lunes, 14 de noviembre de 2005

Noción del choque

Cambió las estaciones del radio hasta que escuchó la música que inconscientemente estaba buscando, y fue entonces que subió el volumen hasta que sintió en las espaldas del asiento las vibraciones del bajo de sus bocinas tal si fueran latidos del corazón amplificados en frecuencias FM.
Tamborileó los dedos sobre el guía del vehículo en el que iba, y cantó desafinadamente las dos estrofas de la canción que se sabía, mientras tarareaba las otras con inseguridad. Pisó el acelerador más a fondo.
Vio subir la aguja del velocímetro en concordancia con la rapidez a la que iba. En uno de esos momentos de excitación, apagó el aire acondicionado y abrió los cristales, para sentir la brisa acariciar uno de los lados de su rostro. Eso le encantaba. Solía decir que le producía una sensación casi orgásmica.
A más de 40 metros, vio la estructura del semáforo, todavía en verde. Y pisó aún más. La intensidad de la brisa en su rostro parcial aumentó. Creyó también que automáticamente la música también había subido de volumen. Pisó hasta el fondo. Estaba ahora a menos de 20 metros. Dio un grito de aventurero en ríos peligrosos cuando el semáforo cambió su luz de verde a amarillo. "Vamos, lo puedo hacer", pensó. 10 metros. Y gritó una vez más, creyendo ir sobre el aire. Cero metros.

Sintió el golpe de su lado, y se vio desde fuera cómo por el impacto su cuerpo era sacudido hacia el asiento del pasajero y luego de vuelta hacia su propia puerta, donde sintió chocar su cabeza. Tuvo mareos al ver el vehículo dar vueltas. Cerró los ojos más por dolor que por las mismas náuseas y saludó al concreto del poste de luz que se le acercaba con más rapidez para darle un abrazo. Escuchó por última vez el sonido apocalíptico de los cristales rotos al unísono y todo fue oscuro a partir de ahí.

Me llamó la atención el ruido del impacto, y salí corriendo del baño para asomarme por una ventana hacia la calle. Hacía tiempo que no escuchaba un choque así. Tengo que reconocer que me estaba haciendo falta la rutina de oir semanalmente la música metalera de carrocerías golpeadas. "Todo igual" me dije a mí mismo "algún imprudente que se quiso ir en rojo". Y tras ver decenas de personas en la escena y unas insultándose con otras sin saber si estaban involucradas o no, cerré la ventana y volví sobre mis pasos. "Vaya estúpido". Por muy cinematográfico que pueda ser, hasta el Pan Nuestro de cada día para nuestra zona puede cansar a veces.