jueves, 29 de septiembre de 2011

Ideas

Crédito de imagen: Fuente Externa.

Soy un gran fanático de la forma en que la mente hace relaciones de cosas a partir de hechos o vivencias que en principio no tienen nada que ver una con la otra. Es como encontrar un viejo cuaderno de recortes en el que buscabas algo específico, pero en el proceso encuentras otra cosa de la que quizás te habías olvidado.

Noches atrás (en las que no podía dormir) leía un libro que mencionaba la forma en la que Henry Ford concebía sus ideas. Recalcaba que un biógrafo a la vez amigo suyo, escribiendo de Ford como pensador, decía que en cierta ocasión le preguntaba que de dónde sacaba las ideas. Frente a él, sobre una mesa, había algo así como un platillo, que Ford puso boca abajo, tableteando con los dedos sobre su superficie, y diciendo: "Usted sabe que la presión atmosférica está presionando sobre este objeto a razón de un kilo por centímetro cuadrado. Puede que usted no lo vea ni lo sienta, pero sabe que está ocurriendo. Lo mismo sucede con las ideas. El aire está lleno de ideas. Le golpean la cabeza. Sólo hace falta que usted sepa lo que quiere, luego lo olvide y siga con sus negocios. De pronto la idea que usted desea se abrirá paso. Estuvo ahí todo el tiempo".

Tal párrafo me transportó al menos cinco o seis años atrás, en los tiempos en los que buenos amigos y personas que compartían nuestras vidas en el momento nos reuníamos en una azotea de un lejano vecindario de esta ciudad, para los días en que el complejo era nuevo y no habían más casas que nos obstruyeran la vista hacia los solares vacíos y la montaña que iniciaba más adelante. En esas noches de tertulias bajo las estrellas, sobre el techo de una residencia, y allá mismo haciendo fogatas improvisadas entre bloques de cemento y carbón para (mal) cocinar marshmallows, uno de mis amigos tenía una teoría sobre las ideas.

(En este momento, antes de seguir, hago una pausa para recordar por un segundo más esas noches. Wow, de verdad que lo pasábamos bien. Enserio se me había olvidado).

El caso es que este amigo decía que las ideas siempre estaban en el aire, como las moscas, zumbando alrededor de las personas. Su propósito era que una gente se diera cuenta de su presencia, y las tomara para llevarlas a cabo ("sacarlas de circulación", como decía). Si esto no pasaba, las ideas seguían en el aire hasta que otra persona las viera y decidiera implementarlas. Por eso era, según él, que uno tenía esa incómoda sensación de ver que alguien más adelante en el tiempo hacía algo que a uno se le había ocurrido con anterioridad, pero por alguna razón nunca actuó sobre ello. Siempre estuvo ahí zumbando, y al no tener futuro con esa persona, siguió flotando hasta que un alma lo suficientemente atenta y lista la vio y la tomó para sí. Esa teoría tiene el efecto secundario de implicar que uno realmente no es el autor de las cosas que se le ocurren y que simplemente las mismas se "pescan", pero ahora que lo recuerdo, es una lógica bien interesante si se le sabe ver por el buen lado.

La noche en que eso se habló recuerdo que había otro amigo, el más mujeriego de todos, con la boca llena de marshmallows negros porque le gustaban bien quemados. Siempre relacionaba algo que uno decía a una experiencia de faldas, por más "out there" que fuera. El le puso el toque menos cósmico a la teoría. Digamos que la trajo a la tierra. El respondió: "Eso es como estas tipas que están por ti alrededor tuyo y tú nunca terminas de hacerles caso en serio, sólo para ellas perder la paciencia, irse de ahí y encontrar otra persona con la que están bien y son felices. Eventualmente llega el momento en que ves atrás lo lindas que eran, y te sientes un imbécil por no haberles hecho caso" (y dicho esto, se echaba en la boca otra masa negra y amorfa, con la satisfacción de "la verdad dicha"). Para mí eso tiene lógica también. Imagino que lo único más doloroso después de ver una idea que dio resultado y uno decir "diablos, eso se me ocurrió a mi primero", es toparse en la calle con una mujer despampanante y refunfuñar entre dientes: "mil diablos, yo me la pude haber dado, y no lo hice". Quizás haya que planificar una tertulia de reencuentro para dialogar sobre qué al final es más elusivo: si las ideas, o las parejas. Imagino ése sería un buen tema.

martes, 20 de septiembre de 2011

La tecnología nos acerca

Crédito de imagen: Fuente Externa.

Jorge va en su vehículo. Marca y año todavía siguen sin interesar. En esta ocasión anda patrullando una calle de otro vecindario de esta ciudad, con la diferencia de que éste no es tan conocido. Su novia Elsa se dirige hacia el cumpleaños de una amiga, y él tiene la amabilidad de irla a llevar (como siempre lo hace, valga la aclaración). Les acompaña su amigo Fulano, que va viendo hacia afuera por los cristales ahumados en el asiento trasero. Van a muy poca velocidad por la calle, porque no terminan de ubicar dónde es la casa en la que se celebra la fiesta. Incluso afinan el oído y bajan de volumen la música del radio para tratar de notar si se escucha el espigado alboroto de cuando se junta un grupo de mujeres en una residencia. "Debe ser ésta", dice Elsa cuando cruzan frente a una casa de verja dorada y números torcidos, "ella me dijo que estaba su casa, después había otra por el medio, y la que le seguía era donde iba a ser el cumpleaños, que es donde su hermana". "¿Seguro?" pregunta Jorge, "porque ahí no se ve que haya nadie. Está callado eso ahí". "No se oye adentro, pero todos los carros están parqueados cerca, así que debe de ser en ésta", concluye ella.

Jorge, no convencido, da reversa. Llega hasta dos casas más para atrás y se asoma por la ventanilla del vehículo. La fachada en cuestión se ve oscura y aún más silenciosa. "Ok...no es aquí". Y vuelve a ponerse en marcha hacia donde se habían detenido anteriormente. Ahora es Elsa que se inclina sobre el lado de su novio para ver por el agujero de la ventanilla. "Aquí debe ser, fíjate que están las luces de la sala de enfrente encendidas". Efectivamente, se veía una gran lámpara de tres bombillos blancos de bajo consumo iluminando un espacio. Se apreciaba del lado atrás en la parte superior de una ventana abierta a casi dos metros sobre el suelo. Para tratar de despejar las dudas, los ocupantes del vehículo forzaron la vista sin parpadear para ver si se notaba en la pared al lado de la lámpara alguna sombra que delatara un movimiento sospechoso bajo ella. Todo seguía tranquilo. Y las tres personas dentro del automóvil se sentían como detectives privados.

"¿Y por qué no llaman por teléfono a una de ellas para que salga?" pregunta Fulano. Los ojos de la pareja se iluminaron. Gran idea. Mensos por no haberlo pensado antes. Como por acto de magia, un Blackberry apareció en las manos tanto de Jorge como de Elsa. Ambos negros, el de ella tenía un cover rosado, con una ligera rotura a su lado izquierdo (de una vez que quiso forzarlo para que saliera). Pero en lugar de marcar, los dos comenzaron a escribir. "¿No es más fácil llamar?" volvió a preguntar Fulano. "Sí, pero sale más barato escribir. Vas a ver, ellas responden de una vez", le contesta Jorge. El silencio es la única respuesta. Pasa el tiempo y dentro del vehículo hay dos personas viendo sus teléfonos a poca distancia de sus ojos, y otro en el asiento de atrás que no le quita la vista a la lámpara de luces blancas. Ya ha pasado un minuto. "¿Seguro que no es mejor llamar?" Esta vez, el único sonido que se escucha es el de dedos tecleando arrítmicamente. La fachada sigue igual de inerte. No hay sombras que se muevan en la pared de adentro. Todavía suena el tac tac de los dedos en los Blackberry.

Fulano baja el vidrio de su ventanilla. Saca parcialmente la cabeza por el agujero y grita al 60 por ciento de sus fuerzas, en dirección a la casa. "¡Ey! ¡Allá adentro! ¡Elsa está aquí!" Como por un segundo el tiempo se detuvo. Todo quedó inmóvil y en silencio. Sólo el eco del "...aquí" se escuchaba retumbando entre las paredes y la verja, cada vez con menos volumen. Fulano pudo ver reflejadas en el retrovisor delantero las caras de la pareja, con expresión de "qué-diablos-fue-lo-que-hizo". El sonido del tecleo se detuvo. Dentro del carro sólo se escuchaba un lejano y uniforme zumbido. Transcurrido el segundo, parecía como si le hubieran quitado la pausa, y el mundo respiró. Una brisa sopló y las hojas de los árboles en la calle empezaron a moverse. En el interior de la casa se oyeron voces y un grupo de sombras desorganizadas se vieron bailar en la pared, hasta que se juntaron todas para convertirse en una sola mancha negra. La puerta del frente se abrió y un grupo de mujeres salieron en grupo. "Eyy...te estábamos esperando....¿tenías rato aquí? ¿Porqué no nos llamaste?"  Elsa tuvo el impulso de decirles "les estaba escribiendo por el BB, estúpidas", pero prefirió limitarse a sonreír y a desmontarse, abriendo la puerta trasera para que Fulano se cambiara de sitio hacia adelante. Jorge comenzó a avanzar por la calle una vez Elsa desapareciera tras el umbral de la casa. Fulano se reía, mientras atendía el desfile de fachadas similares e igualmente anónimas que pasaban con creciente rapidez por su ventanilla. "Está bien que es más barato, pero no necesariamente más rápido", dijo Jorge en tono de broma. Y Fulano sonreía más aún. A pesar de reconocer las innegables ventajas de los gadgets tecnológicos, seguía prefiriendo la comunicación en su crudo encanto primitivo, pero igual no supo qué más responder. "A cada cual lo suyo, ¿no?"

lunes, 19 de septiembre de 2011

"Sesiones acústicas"

Como una iniciativa de mi hermano Waldo Rincón, que tenía mucho tiempo sin tocar como Dios manda en la ciudad de Santiago, se organizó la actividad de "Sesiones acústicas", con él mismo y un servidor por este lado, para pasar una noche entre melodías guitarreras y buena compañía.

El lugar es el Barcelona Bar y Tapas, quienes (gracias a la buena providencia y mejores aún deseos) ya tienen sus bocinas de vuelta. El Barcelona está ubicado en la Calle Benito Monción #41, justo enfrente de Casa de Arte. La fecha es este viernes 23 de septiembre, a las 9:30 de la noche. Y la entrada es completamente gratis. O sea, que nadie tiene excusa para no asistir.



Pueden visitar el MySpace de Waldo, pulsando aquí. Ahí se comparten muchas de las composiciones que interpretará este viernes. Y de la misma manera, no dejen de darse una vuelta por su blog, Basura Trascendental. Buena poesía para los momentos en los que siempre hacen falta.

Se les espera el viernes.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Kraftwerk

Hoy es domingo. Diez minutos atrás, cuando me sentaba para escribir esto, se nubló el cielo de un pronto y cayó una llovizna con brisa que amenazaba con durar toda la tarde. De esos diez minutos, hace cuatro que ya salió el sol de nuevo, para borrar todo rastro de agua. También, hay menos carros que de costumbre en la avenida. Y tampoco los barriales que viven en la casa de al lado no están ahí para poner sus bachatas a todo volumen, como todos los domingos. Extraña tarde esta.

Para cosas extrañas y días alienígenas (como éste), nada mejor que poner a Kraftwerk de fondo. Aunque los conocía de unos años atrás, no fue hasta hace par de semanas que me puse a oír a estos alemanes en serio. Extraños los tipos (valga la redundancia), y parecen salidos de una película de Kubrick, produciendo música que seguro es la favorita de los tripulantes del Enterprise. Sin embargo, a pesar de sus rarezas, este grupo, pionero de la música electrónica en los años 70 (y de los muy pocos que pueden darse el lujo de decir que su sonido no ha envejecido treinta años más tarde...muy al contrario), suenan al mismo tiempo espaciales, maquinarios y familiarmente cálidos. Y lo más sorprendente (venga redoble de tambores...): pegajosos. Es imposible no cantar el versito de "Die Roboter" una semana después de haberlo escuchado. Y para mi que no soy precisamente fan de la electrónica, oirme decirlo es hasta herético.

Pero el día no está para ese tipo de análisis. Hoy domingo de lluvias breves, con aprecio para ustedes, les dejo a Kraftwerk (pronunciado Kraftvork, según mi amiga Ambar, que sabe alemán):



Por cierto...¿alguien sabe dónde se consiguen esas corbatas con luces rojas? Están increíbles.

martes, 6 de septiembre de 2011

Submúsicas

Crédito de imagen: Fuente Externa.

En estos tiempos en que para los culturosos de saco y corbata la música seria y respetable viene en envase de jazz o cualquier fusión de ésta, se escucha mucho por ahí los géneros que a su juicio entran en la categoría de submúsica, interpretada por, no sería para menos, "submúsicos". No hay que darle tantas vueltas para saber a qué se refieren, y el tono en que lo dicen. Lo curioso es que estos géneros han estado en la escena del patio local durante bastante tiempo, sólo que, por razones que en un momento les digo, todavía no alcanzan el escalón de eso tan preciado llamado "respeto". Para estos culturosos, los submúsicos se clasifican en tres categorías, dependiendo del género: los bachateros, los reguetoneros (o denbowseros, a veces los mezclan en la misma definición), y los rockeros. Les llaman submúsicos porque, en sus mismas palabras, sencillamente, "eso no es música" (o la otra frase prima hermana de la anterior, "cualquier loco viejo hace eso"). Sin embargo, de las tres categorías recién mencionadas, son los rockeros quienes toda la vida han llevado las de perder. Y la razón por la que esto sucede no tiene que ver nada con la calidad musical o interpretativa de quienes lo practican, sino más bien, y aunque pese decirlo (y más aún oirlo, o en este caso, leerlo), de resultados comerciales.

Piénsenlo por un momento. Se pasa frente al local de Monte Bar Las Colinas en la ciudad de Santiago y se ve toda la cartelera de la semana llena de conjuntos bachateros y merengueros típicos. De reunir el valor para asistir y entrar un día, se encontrará uno en que el local está repleto, todas las mesas abarrotadas, con un desfile interminable de botellas de alcohol sobre ellas, aún después de en algunos casos hasta haber pagado entrada. ¿Les importa realmente a los dueños de Monte Bar (por decir un sitio, usted puede poner el de su preferencia) si la música que hace el grupo que está en tarima es buena o no? Y eso, sin contar las dos o tres veces que esos mismos dueños han tenido que remodelar y ampliar el mencionado local por falta de espacio ante la cantidad de público. Ellos incluso pueden hasta argumentar que "allá no entra cualquier conjunto". ¿Pero con eso hablan de calidad, o de resultados económicos? Ahora, haga el ejercicio contrario. Pase por un bar minúsculo (como casi siempre son) donde se esté desarrollando un concierto rockero. A pesar de ser un lugar pequeño, la mayoría de las veces el local no estará lleno, y es casi seguro que el nivel de consumo de ese público se mantiene igualmente por debajo de las expectativas de los dueños del negocio.

Lo que nos lleva entonces a la queja perenne de los practicantes de la música de Hendrix: "Es que no hay apoyo". Empresarios, inversionistas, gente que puede...todos parecen que le huyen al rock. Nadie quiere invertir un peso en apoyar un evento, pero a cualquier bachatero o reguetonero que aparezca, ahí le tienen una tarima en el Monumento a los Héroes de la Restauración con luces láser, pantallas, sonido potente, bailarinas y cualquier bazofia que se les ocurra. ¿Nos hemos preguntado alguna vez el por qué? ¿Acaso será el clásico "es que eso otro es lo que a la gente le gusta"? No hace mucho tiempo, pocos años tal vez, había un conocido restaurante de esta ciudad que tenía música en vivo un día a la semana, proporcionada por un conjunto de mariachis. El día en que se presentaba, el restaurante estaba lleno a reventar de parroquianos, y sin falta, al terminar la noche y cuadrar la caja, los administradores se encontraban con ventas por encima de los 20 ó 25 mil pesos. Pasados unos meses, les salió la honorable vena del  "apoyo" y decidieron incluir otro día de música en vivo en la semana, esta vez con un grupo de rock. Apoyo por un lado, y ganas de repetir la misma hazaña monetaria también, valga la aclaración. Cuando ese día llegó, el dueño del sitio vio con símbolos de pesos en sus ojos cómo la gente acudía en masa al restaurante. La boca se le hizo agua. Pensó que ya tenía resuelto su agosto si mantenía ese ritmo de presentaciones así de esa manera. Pero al final del evento y proceder al cuadre, no pudieron contener su decepción al ver que la venta no llegaba siquiera a los 4 mil pesos. A pesar de estar lleno el sitio, igual que como cuando se presentaban los mariachis. Pregunta capciosa para el lector, siempre tan inteligente: ¿qué grupo cree ustedes que siguió presentándose, y cuál no? La respuesta no es difícil. Y en esto nunca dije si una banda era mejor que otra, si el repertorio era mejor tocado, o si tenían instrumentos más caros y mejor afinados. Todo eso es irrelevante. Esa no es la cuestión. Sí lo era que una dejaba más dinero que la otra, y en consecuencia se prefirió apoyar a la que mayor ganancia aportaba. En los días chavaleros en que organizábamos conciertos de amigos e íbamos a empresas para buscar patrocinios, la cruel respuesta era siempre la misma, dicha por bocas diferentes: "¿Un concierto de rock? Eso no deja. ¿Por qué debiera yo aportar en algo que hay tres gatos saltando y nadie consume?" Lo peor del caso era que no teníamos base para responderles lo contrario.

A diferencia de los otros denominados "submúsicos" (los miro a ustedes, honorables respresentantes de bachata, reguetón y denbow), lamentablemente el rock en este país se ha saboteado a sí mismo, y tanto bandas como público son igualmente responsables en medida. El día en que haya un concierto de rock local en la Gran Arena del Cibao o el Estadio Olímpico, se vendan todas las entradas, no quede una sola caja de cerveza en el sitio, y los organizadores dejen de empeñar los pantalones para no ir presos por las deudasdespués de un eventos, seguro ése será el día en que alguien dirá: "¿Saben? Invirtamos aquí, parece una buena idea". Eso no será mañana, ni pasado, ni tal vez el mes próximo, pero mientras tanto, todos los involucrados debemos de poner un poco más de empeño en que lo que hacemos tome valor, y así se vea para todo el no involucrado. Dejar la chabacanería y la improvisación, y sacar un producto que quien lo vea, aunque no lo comparta, al menos lo respete. Hacer que de alguna forma, el público ahí afuera vea lo que se está haciendo y piense "Eso es un buen show. Quiero pagar para verlo". Así, y sólo así, y que conste que esto no es una promesa, podremos contar con el tan mesiánico esperado apoyo.