viernes, 19 de diciembre de 2008

India X 4 ojos #2: Pindia



Incluso sin nosotros bajarnos del vehículo, ya ella sabe que estamos ahí. Su poder casi telepático se allanta detrás de sus ojos, que por su corta edad disimulan bajo la máscara de la inocencia el hecho de que pueden escarbar hasta en los rincones más polvorientos de nuestras almas, sin nosotros darnos cuenta siquiera.

Sólo quiere vender sus collares, pero tal vez en lo más profundo ni ella misma sabe que lo que realmente quiere es que no la olvidemos nunca. Es insistente, pero no llega al extremo patéticamente molesto de la mayoría de sus colegas de más edad. Nos dice su nombre: Pindia. También baila, aunque eso no nos genera un gasto extra; ella dice que va por la casa. Nos pregunta nuestros nombres, y en un gesto de sincera o extremadamente calculada honestidad nos toma de las manos y las besa. Sólo quiere vender sus collares.

Y cierra la venta. Al final, por mi parte ya tiene vendidos tres de ellos.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

India X 4 ojos #1: La impresión


Crédito de imagen: Fuente Externa.

Retrospectiva. Estoy en India desde hace casi dos meses. Sólo faltan menos de quince días para salir de regreso. Estar en este país y recoger impresiones es un proceso que lleva, lamentablemente para uno, un poco de tiempo. Tal vez para digerir, y acostumbrar un poco la vista (como si se trataran de gafas nuevas que uno llevara), y el espíritu (como si el que uno tuviera no le es de utilidad aquí). Pero ya los cristales de mis gafas se ajustaron y hasta mi espíritu disfruta del picante que aquí se sirve, así que creo estar en condición de dar lo que se comúnmente se llama la primera impresión, si ésta no me traiciona. A partir de ahí, iremos en retrospectivas, a flashbacks de momentos en los casi 60 días que llevo caminando la tierra de Gandhi (aunque él mismo desde su tumba quiera alejarse un poco de algunas de las cosas que vinieron después que él se fue).

Nunca se me olvidará lo primero que pensé al salir de aduanas en el aeropuerto, luego de pasar montones de gente con carteles hablándome en un idioma que no conozco: "Diablos, qué maldito sol" (sin un CC de mala intención, todo lo contrario). En la cima del cielo todo gris, reflejado a través de los cristales cuyas letras se leían al revés, estaba el sol de la India. Redondo completo, con un color naranja oscuro hasta desafiante, y que debido a la contaminación del aire uno puede mirarlo de frente por unos segundos sin miedo a perder la vista. Y ese es el presagio del viaje escondido en la simbología de este sol, en mi primera media hora de esperar que me fueran a buscar, sentado con mi equipaje mirando para todos lados, pero siempre regresando la mirada hacia el sol que nunca parecía moverse de ahí: mírame como yo soy, sin que tengas que quitar la vista con los ojos adoloridos. Afuera todas las preconcepciones, todos los cuentos místicos y las promesas espirituales de la eterna luz con el mantra yoga. Yo quiero ver a la India como realmente es, sin filtros ni maquillaje ni gestos overrated, y dar a conocer entonces mi impresión, visual y textualmente, por medio de mi propio filtro interno. Si suena a contradicción, éstas no serán evitadas, aunque sí las secuencias meramente cronológicas.

En mi camino al hotel vi niños desnudos corriendo en la calle; en cierta forma mi mente se sentía como ellos: desnuda, esperando vestirse de las experiencias y mis ojos llenarse de sus colores o de la ausencia de ellos. Buen viaje. Bienvenido.