lunes, 13 de octubre de 2014

La habladora

Doblando por esquinas donde lo arquitectónicamente genérico se confunde con lo exótico, se encuentra quien escribe con una residencia que al parecer decide olvidar que tiene un segundo nivel, como si la ignorancia hiciera que el mismo, con el tiempo, se terminara de destruir más rápido. Sin proponérselo siquiera, quien escribe se detiene a verla, por unos segundos tal vez, cuando el balcón de madera carcomida que se cae a pedazos toma forma de boca para pronunciar palabras en una voz más bien profunda y cansada: "Tú que me ves, ¿puedes decirle a los de abajo que estoy aquí?". Quien escribe no sale de su asombro: "¿Qué? ¿Y acaso no lo saben?" "¿Me vas a ayudar o no?" refunfuña la estructura, "diles que estoy aquí". Tras segundos de incómodo silencio, quien escribe da media vuelta y sigue su camino. Ya demasiadas cosas tiene uno que ver en el día para encima aguantar regaños de antiguas casas parlanchinas.