sábado, 9 de septiembre de 2006

Canción de cuna para mi abuela


Crédito de imagen: Fuente Externa.

Ayer tenía unos minutos para mi en la soledad de mi habitación y tomé un radio de audífonos con la intención de escuchar un poco de música. Cerré entonces la puerta, apagué la luz, encendí el ventilador y me acosté en la cama esperando ser llevado por alguna nota sublime. Y la primera canción que escuché apenas encendí el reproductor fue "Little Wing" de Jimi Hendrix.

Es una canción muy peculiar. Empieza como si estuvieras en el paraíso en algún lugar apartado de todo lo que significa el mundo, y las notas de la guitarra te abrazan y te empujan hacia un universo líquido y espumoso tan placentero que nunca quisieras dejar. Sientes como los tonos del instrumento y su atmósfera te levantan y te llevan por cielos de un azul nunca antes visto, para descenderte por espejos de agua en los que puedes extender tu mano y rozar el líquido con los dedos mientras tiras tu cabeza hacia atrás, al tiempo que puedes ver los colores pasteles de un cielo, por decirlo, fuera de este mundo. Tiempo después, Jimi comienza a cantar, y misteriosamente, muy pocos minutos después, casi a manera de fadeout, la canción se termina.

Y con él se termina el sueño. Es como un helado a medio comer. Como una sesión de sexo interrumpida bruscamente. O más adecuadamente, como si estás en un sueño en el que tu fallecida abuela viene y te abraza por unos breves instantes para después dejarte. Y la verdad ahora mismo no sé dónde esté, pero en verdad mi abuela, tomada de nuestro plano hace unos días apenas, debe de seguro estar en un sitio igual al que me llevó la canción, y al oírla pude verla y abrazarla. Y de ser cierto, me alegro hasta las lágrimas de saber que esté mejor que todos nosotros. Gracias totales por todo lo que nos dio.