miércoles, 24 de agosto de 2011

Subiendo y bajando del Diego

A pesar de mi gran amor a las escapadas off-road por montes y lugares afines llenos de lodo, nunca en la vida había ido al Pico Diego de Ocampo. Siempre lo veía desde mi ventana, tan cerca y calmado, y escuchaba, muerto de envidia y en silencio, las historias de quienes habían puestos sus pies en él. Tras las anécdotas, venía la inevitable pregunta: "¿...y tú no has ido?", a lo que venía la desagradable respuesta, y como epílogo, recibía un igualmente desagradable comentario "...qué mal, viejo..."

Para mi sorpresa, algunas semanas atrás, un frustrado juego de baloncesto entre amigos que al final fue suspendido, dio paso a una expedición improvisada al Diego. Me encantan esos viajes así. Siete y media de la mañana para hacer una parada rápida al supermercado, una camioneta donde en la cama van algunos tipos (yo incluido) torturándose el trasero por lo "benévolo" del camino (notar ironía), coger carretera y media hora después estar al pie de la subida. Linda forma de probar a prueba la resistencia. Veamos ahora de qué estamos hechos. Aunque habían algunos que lógicamente amanecieron vueltos una porquería al día siguiente, fue una increíble experiencia. Aquí algunas imágenes:

Enteros con todas las pilas antes de comenzar a subir.

Vista del camino #1.

Absolutely love cuando la maleza se pone tan tupida que se ve todo oscuro.

Una de las paradas. Noten cómo ya los aventureros empiezan a cansarse. Especialmente el de la izquierda, que llevaba toda una colección de cantos militares durante el camino.

Mi pie en la subida.

Hay que posar con la señalética. Seguro el año que viene estará ilegible. Y eso que ya no lo está tanto ahora.


"Above us only trees..."

Ya en la cima.

Hombres hambrientos.

Hombre descansando.

Otra vista desde la cima.

Mi pie en la bajada. Cinco minutos más tarde, no se distinguía el blanco del lodo.

Vista del camino #2.

Llovió durísimo en la ruta de vuelta. Lo que hizo que los tramos oscuros fueran aún más oscuros. Y nuestra ya sucia ropa, sencillamente una sola mugre. Genial.

En cierto momento, mientras trataba de sacar mi pie de un hondo lodazal en el que estaba, el grupo se fue delante. Sin darme cuenta me quedé solo en el paraje, y finalizada mi lucha, levanté la cabeza, sólo para ver como una neblina comenzaba a rodear el sitio. Me sentí metido dentro de una película. ¿Dónde está Jason para perseguirme con un machete cuando se le espera?

Sigue la neblina. Imagino que en la cima del Pico casi ni se debía de ver.

Casas que se ven pequeñas a la distancia. En días como hoy, envidio sus ocupantes.

Ultima parada. Se sale de la montaña.

Vista de la escalera que lleva a la última parada. Son gente considerada los encargados del Diego, en construir escaleras de piedra como éstas en algunos tramos del camino. De no haber sido por ellas, me amenazaron par de resbalones que de haber caído, todavía hubiese estado rodando.

Una casa, obviamente. Ya esto era cercano al punto por donde habíamos comenzado a subir. El viaje como que completa su círculo.

Viejo dinosaurio de la especie Land Roversaurus Rex. De casi un millón de años de antiguedad, pero pone a cualquier vehículo moderno a pasar verguenza en estas alturas.

Días después conversaba con una amiga a quien estimo mucho, sobre el arte de ser "aventurero", eso de salir sin planes específicos a cualquier monte a embarrarse de lodo y regresar a la casa prácticamente en cuatro pies. Ella decía en respuesta que aunque actividades como esa las consideraba súper bien, ella era ya del tipo de gente que prefería los fines de semana en resorts, playa en chaiselongs con piñas coladas al lado y sombreros para el sol de dos metros de diámetro. "La vejez no perdona, supongo..." decía (a chiste, claro; ella tiene de vieja lo que yo tengo de negro). Y tal vez, dando mente, hasta un punto es cierto. Llegué a mi casa a las tres de la tarde, arrastrando una pierna y con sucio hasta dentro de las orejas. Parecía llegado de la guerra. Pero en eso (sólo eso) no estoy de acuerdo con mi amiga. Y créanme cuando les digo que adoro a esa mujer con locura y hasta morir, pero no siento que quiera cambiar un día como este por uno dentro de un resort súper lujoso, con todo y que tuve que poner la ropa en cuarentena de limpieza el resto del día. Es mi humilde opinión, y a lo mejor hasta me equivoque después. Pero hay algo en la tierra y el barro que me hace sentir vivo, y no quisiera negociarlo. Y sería genial si ella se uniera alguna vez. De mi parte, no puedo esperar para el próximo.

domingo, 14 de agosto de 2011

El artitaje

Crédito de imagen: Fuente Externa.

¿Quién define si una persona es o no un artista? ¿La misma persona? ¿El público que ve el producto? Cuando se ve que películas como la tercera parte de los Transformers superan el billón de dólares en taquilla, y que lo que más se oye por el radio a cualquier hora día es el reguetón y demás bajezas sónicas, es sano pues decir que en estos días, el gran público no es la cosa más fiable. Quitémoslo del medio por un momento.

Pero de la misma forma, también lo que más abunda ahora son los autollamados "artistas". Piden respeto (entre otras) y que se les tome en serio porque son "artistas" (léase: ahora cualquier loco viejo dice ser artista). Fíjense que ni he tocado si su producción alcanza cierto peso siquiera. Si me preguntan a mi, el arte en sí mismo es la forma de comunicación más alta y sublime que puede aspirar el hombre, bajo cualquier manifestación. Verdaderas grandes ligas. Uno no entra en el arte porque así lo dice. Tiene que pedir permiso para eso y esperar por una respuesta. Es ese el momento entonces, cuando la autorización es otorgada, en el que la persona que crea adquiere un brillo casi místico, se quitó las sandalias porque comenzó a pisar terreno sagrado, y todas las zarzas a un kilómetro de radio se prendieron en fuego. Cuando eso sucede, las almas a su alrededor con la capacidad de apreciar lo que es bueno de lo que no, en una circunstancia ideal, miran lo recién hecho y dicen "Wow, eso sí está ápero. Ese tipo es un artista". Y la respuesta del implicado sería, con una mirada entre sorprendida y halagada, cachetes rojos incluidos: "¿Lo soy...?"

¿Y yo, lo soy? Quién sabe. ¿Me quedaría grande el sombrero? ¿Sería arrogante autodenominarme así? En lo personal me concentro en crear, que dicha creación tenga un concepto detrás (para evitar seguro los tildes de "loco viejo improvisado") y tirarlo hacia adelante, en la mayoría de los casos, al menos. Si eso es arte, o aspira a serlo, no me corresponde a mí decirlo. Tampoco estoy claro si quisiera saberlo. No sé si la respuesta sea de mi total agrado.

martes, 9 de agosto de 2011

Regina

En días medio "blah", como los de ayer (lo siento, no hay una definición técnica del "blah"), me gusta poner a Regina Spektor. Específicamente, "Us".



Me encanta Regina, y subrayo ese "me encanta" en mayúscula, y bien grande. Me encanta como arquea el brazo izquierdo cuando toca el piano. Me encanta como se inclina sobre el micrófono y cierra los ojos al cantar, y la mirada medio tímida que asoma cuando los abre. Hell, me encanta incluso el vestido que parece se robó del closet de mi abuela. Escucharla me hace sentir como si tuviera los pies metidos dentro de arena con una brisa soplándome el rostro. Dichoso sea el bastardo que se levante en las mañanas escuchando a esta mujer cantando y tocando el piano en una habitación contigua, sabiendo que en cierta forma, le cantan a él. Aunque, ya esto sean otras tantas (me entra otra variante más melancólica del "blah" de sólo pensarlo). Meanwhile, disfruten.

viernes, 5 de agosto de 2011

El despertador

Como nunca escuchaba el despertador del celular cuando sonaba a las seis de la mañana, a pesar de ponerle el timbre más escandaloso que tuviera, decidí probar una nueva técnica. Dejé la compu encendida, programé el Itunes con el death metal más extremo que encontré entre los archivos del disco duro, y subí las bocinas a un nivel igualmente estridente. "Esto va a funcionar", pensé. Porque el problema estaba, según era mi conclusión, en que no estaba oyendo el sonido del celular, al ser éste muy bajo. Entonces por eso seguía de largo.

Y llegó la mañana siguiente, el primer día de puesta en práctica del experimento. A las seis y cinco minutos de la mañana, la habitación retumbó con guitarras súper pesadísimas y alaridos guturales como si el mismísimo mundo se estuviera acabando, epicentro mi casa. Di un brinco en la cama a 30 centímetros del nivel del colchón; al caer de nuevo, las sábanas estaban junto a los zapatos en el piso. En el momento que más inspiración cogían los músicos en la grabación para destinarse a romper todo, ya me había levantado, con rapidez. Pero en esta ocasión, fui directo a las bocinas y simplemente las apagué, en un movimiento de precisión semi-automática. Volví a la cama, me arropé del otro lado y dormí casi una hora más.

Para mañana debo tratar otra cosa. Creo que el problema soy yo.

lunes, 1 de agosto de 2011

Una semana en Chavón


No puedo evitarlo. Amo Altos de Chavón. Había ido anteriormente en onda de turista, pero cuando se le ve desde la óptica de un estudiante que reside entre sus piedras, la sensación es completamente distinta. Tan alejado del mundo, tan ajeno a los problemas de la ciudad y los políticos y la basura (redundando en estos últimos, que conste), pero sin embargo, tan estratégicamente ubicado en el centro mismo de la esencia verdadera de las cosas. Tuve el inmenso y retrasado honor de estudiar entre sus paredes en estos días que pasaron y aunque ya estoy de vuelta a casa, quiero volver. Ya. Imagino que seguro también el término "casa" siempre es relativo. Chavón parece como si ha estado ahí por siglos pero cuando te habla se oye más joven que tú, pero al mismo tiempo más sabio. Chavón te dice lo que necesitas oír, y si eres tan tarado para no darte cuenta en el momento, al menos te da las bases para descubirlo después. Las piedras del piso encierran un pentagrama que revela secretos, y los mismos suben por sus paredes cuando les sigues la pista, y tratan de eludirte, pero no tanto como para que los pierdas. Esta vez yo fui más rápido. Ojalá y lo sea para volver de nuevo.