lunes, 26 de abril de 2010

Diario de los sueños #6: Los invasores de medianoche

En su sueño, Karim despertó. Una rápida mirada alrededor le bastó para darse cuenta de que no se encontraba en su habitación habitual. Una rítmica y casi silenciosa respiración le indicaba que no se encontraba solo en la recámara tampoco, aunque no podía reconocer la persona que se encontraba durmiendo en la cama contigua.

(…)

La puerta hacia el exterior de la habitación era de cristal. Tenía una cortina como estas que dividen espacios en las casas de las abuelas, que tapaba el vidrio por la mitad. Forzando un poco la vista para ver más allá de su propio reflejo en la puerta, Karim podía ver el pasillo y los balaustres de madera por el que a través de ellos se apreciaba además una sala a oscuras, en un primer nivel.

(…)

Se escuchó un ruido. Leve, pero perceptible. Karim fijó su mirada en el espacio de la sala, sin parpadear. Su cuerpo se tensó. Contuvo la respiración. Sentía el seco zumbido del silencio en sus oídos. Sin ser consciente de ello, apretó los puños.

Y lo vio. Una sombra cruzó un extremo de la sala. Liviana, veloz. Era un hombre. Había alguien dentro de la casa. Como impulsado por un elástico, Karim experimentó un ligero sobresalto. Se acercó más a la puerta, escondiendo su cuerpo detrás de la cortina.

Siguiendo a la primera figura, se vieron dos más cruzar desorganizadamente. En esta ocasión se quedaron en un punto donde podían verse sin dificultad. Eran dos mujeres. Karim estaba desconcertado. Tres personas estaban dentro, y él no sabía que hacer.

(…)

Sin quitarles la vista de encima por más de dos segundos, Karim inspeccionó la habitación con la mirada. Aunque no sabía bien qué era exactamente, buscaba algo. Incluso su mano izquierda gesticulaba sola, como si ella misma tratara de dibujar en el aire lo que buscaba, para ayudar a la mente a encontrarlo más rápido.

A su lado derecho, sobre un gavetero de madera lleno de cajas de dvd’s en su parte superior, se encontró con un candelabro. Esbelto y dorado, aunque un poco oxidado. Su anatomía estaba compuesta de curvas y hendiduras, algunas decorativas, otras para mejor agarre. Y considerando el uso que Karim pretendía darle, sumamente doloroso para una cabeza de chocar con ella.

Con el candelabro en mano, Karim giró su cuerpo en dirección a la puerta, para seguir espiando. Al acercarse se dio cuenta que las tres figuras se encontraban detrás de ella, viéndolo fijamente a través del cristal, una de ellas con el manubrio a tres centímetros de su palma. Escuchó sonar el timbre lejano de un teléfono.

(…)

El timbre se hizo familiarmente cercano cuando me desperté. El celular debajo de mi almohada me avisaba con su música que ya había salido el sol.

2 comentarios:

Libelula De Azul dijo...

Wow! Me pusiste en un estado de nervio tremendo! Me hubiera gustado saber en qué hubiese parado aquello...

Karim López dijo...

A mi tambien :p
.-K