(29/31f). Somos maniquíes de rostros en blanco que todos los días decidimos qué máscaras ponernos ante cada situación que se nos presente. Al final, cuando las luces se apagan y el público se retira, las mismas son tiradas en el piso del camerino para ser usadas en una función nueva, como amerita, y la superficie vacía que se escondía tras la máscara sigue con su particular simpleza. También el público de camino a sus hogares harán exactamente lo mismo. En el fondo, supongo que todos somos iguales: sólo intercambiamos las apariencias, es decir, los sentires.
1 comentario:
Triste realidad sí... ¡Me encantó!
MIQ
Publicar un comentario