(18/30h). "¡Sigue ese vehículo!", dio la orden para darse cuenta de que en realidad se hablaba a sí mismo. Atontado por el descubrimiento, apretó el guía hasta sentir los nudillos implorar clemencia y dejó el cerebro en el vestidor para salir en persecución. Sólo atinaba a ver los cabellos rubios que no tenían rostro del vehículo de enfrente, entremezclando su visión inmediata con los recuerdos de ese mismo pelo que tan bien conocía, en mejores y pasados tiempos. No la iba a dejar ir. En un deseo ideal, conversarían por las buenas y en el peor de los casos, ella pagaría por lo que hizo. Ya que lo que ella hizo fue....Espera...por qué está haciendo eso...Qué es lo que tira....¿Es eso un brassiere?...Se ordenó mirar hacia el frente; no pudo ejecutar su orden. Pensó en el brassier, no sobre el viento lleno de polvo sino sobre sus manos como tantas otras veces, pensó en lo que la prenda escondía, con la boca hecha agua. Pensó en el cabello rubio. Pensó en sí mismo, en el cerebro colgado del perchero, rojo de indignación. Cuando miró hacia el frente, ya era demasiado tarde.
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