miércoles, 26 de marzo de 2008

Patrimonio Cultural (ja!)


Aunque la respuesta es evidente, considerando la sociedad en la que vivimos, ¿qué vale más en este país: la conservación de nuestro patrimonio como ciudad, lo que nos identifica que tenemos una historia a través del tiempo que vale la pena conservar, o acabar con todo para conseguir así unos pesos extra?

Cuántas veces tengo que ver casas a las que les caminaba por el frente cuando era yo apenas un niño, y les echaba un ojo a ver si podía mirar por entre sus ventanas entreabiertas, pseudoprotectoras de la oscuridad dentro. Mismas casas a las que vi cuando sacaban a sus dueños tras haber ellos exhalado su último aliento y sus hijos desentenderse de ellas solamente para el momento en que les repartieran "lo suyo". Aquellas casas que parecían sacadas de un cuento de caballeros criollos, tal vez ellas mismas con más historias que contar que las que se podían inventar los autores de dicho cuento. Viviendas que al poco tiempo a nadie le interesaron, y fueron demolidas para el urbanísticamente correcto proyecto de convertirlo en espacios de estacionamiento.

¿A nadie le duele? ¿Es solamente a mí? Y pensar que es curioso ver cómo nuestro gobierno municipal gasta millones de unos faros de luz súper maricones para "realzar el Centro Histórico", cuando lo que hace a ese centro histórico de por sí es echado al suelo. Y no para poner en su lugar un edificio mejor o más moderno, o más bonito, ni siquiera. Echados al suelo para poner en su lugar una caseta con afiches de bachateros, y el mar de carros para que engañen el espacio haciéndole creer que está lleno. Lo irónico del caso es que al anochecer, cuando se encienden los cundangos faroles que tanto dinero costaron para iluminar nuestro "patrimonio", lo único que consiguen es hacer ver más grandes los espacios vacíos que no contienen los mismos carros durante la inactividad de las noches.

Sin embargo, eso es como queriendo gritar en el fondo de un precipio. Para decirlo crudamente, a nadie le importa esa vaina. Menos a los herederos de las casas, que lo único que esperan es que los verdaderos dueños se quiten del medio para ellos poder vender, repartirse su dinero y mudarse a sus apartamentos de Villa Olga y demás zonas, mientras que las casas en las que crecieron (y crecíamos los demás mientras les caminábamos por enfrente) las echan al polvo o en el mejor de los casos, les dejan sólo la fachada, para ir con la ley de "modificar el resto y dejar el frente". Debería de darnos verguenza.


1 comentario:

Anónimo dijo...

No podria estar mas deacuerdo contigo. Es muy triste ver como cada dia accedemos a destruir aquello por lo que nuestros antepasados sufrieron tanto y con ello, relegar al olvido aquello que forja lo que somos...
Ada..........