martes, 20 de septiembre de 2011

La tecnología nos acerca

Crédito de imagen: Fuente Externa.

Jorge va en su vehículo. Marca y año todavía siguen sin interesar. En esta ocasión anda patrullando una calle de otro vecindario de esta ciudad, con la diferencia de que éste no es tan conocido. Su novia Elsa se dirige hacia el cumpleaños de una amiga, y él tiene la amabilidad de irla a llevar (como siempre lo hace, valga la aclaración). Les acompaña su amigo Fulano, que va viendo hacia afuera por los cristales ahumados en el asiento trasero. Van a muy poca velocidad por la calle, porque no terminan de ubicar dónde es la casa en la que se celebra la fiesta. Incluso afinan el oído y bajan de volumen la música del radio para tratar de notar si se escucha el espigado alboroto de cuando se junta un grupo de mujeres en una residencia. "Debe ser ésta", dice Elsa cuando cruzan frente a una casa de verja dorada y números torcidos, "ella me dijo que estaba su casa, después había otra por el medio, y la que le seguía era donde iba a ser el cumpleaños, que es donde su hermana". "¿Seguro?" pregunta Jorge, "porque ahí no se ve que haya nadie. Está callado eso ahí". "No se oye adentro, pero todos los carros están parqueados cerca, así que debe de ser en ésta", concluye ella.

Jorge, no convencido, da reversa. Llega hasta dos casas más para atrás y se asoma por la ventanilla del vehículo. La fachada en cuestión se ve oscura y aún más silenciosa. "Ok...no es aquí". Y vuelve a ponerse en marcha hacia donde se habían detenido anteriormente. Ahora es Elsa que se inclina sobre el lado de su novio para ver por el agujero de la ventanilla. "Aquí debe ser, fíjate que están las luces de la sala de enfrente encendidas". Efectivamente, se veía una gran lámpara de tres bombillos blancos de bajo consumo iluminando un espacio. Se apreciaba del lado atrás en la parte superior de una ventana abierta a casi dos metros sobre el suelo. Para tratar de despejar las dudas, los ocupantes del vehículo forzaron la vista sin parpadear para ver si se notaba en la pared al lado de la lámpara alguna sombra que delatara un movimiento sospechoso bajo ella. Todo seguía tranquilo. Y las tres personas dentro del automóvil se sentían como detectives privados.

"¿Y por qué no llaman por teléfono a una de ellas para que salga?" pregunta Fulano. Los ojos de la pareja se iluminaron. Gran idea. Mensos por no haberlo pensado antes. Como por acto de magia, un Blackberry apareció en las manos tanto de Jorge como de Elsa. Ambos negros, el de ella tenía un cover rosado, con una ligera rotura a su lado izquierdo (de una vez que quiso forzarlo para que saliera). Pero en lugar de marcar, los dos comenzaron a escribir. "¿No es más fácil llamar?" volvió a preguntar Fulano. "Sí, pero sale más barato escribir. Vas a ver, ellas responden de una vez", le contesta Jorge. El silencio es la única respuesta. Pasa el tiempo y dentro del vehículo hay dos personas viendo sus teléfonos a poca distancia de sus ojos, y otro en el asiento de atrás que no le quita la vista a la lámpara de luces blancas. Ya ha pasado un minuto. "¿Seguro que no es mejor llamar?" Esta vez, el único sonido que se escucha es el de dedos tecleando arrítmicamente. La fachada sigue igual de inerte. No hay sombras que se muevan en la pared de adentro. Todavía suena el tac tac de los dedos en los Blackberry.

Fulano baja el vidrio de su ventanilla. Saca parcialmente la cabeza por el agujero y grita al 60 por ciento de sus fuerzas, en dirección a la casa. "¡Ey! ¡Allá adentro! ¡Elsa está aquí!" Como por un segundo el tiempo se detuvo. Todo quedó inmóvil y en silencio. Sólo el eco del "...aquí" se escuchaba retumbando entre las paredes y la verja, cada vez con menos volumen. Fulano pudo ver reflejadas en el retrovisor delantero las caras de la pareja, con expresión de "qué-diablos-fue-lo-que-hizo". El sonido del tecleo se detuvo. Dentro del carro sólo se escuchaba un lejano y uniforme zumbido. Transcurrido el segundo, parecía como si le hubieran quitado la pausa, y el mundo respiró. Una brisa sopló y las hojas de los árboles en la calle empezaron a moverse. En el interior de la casa se oyeron voces y un grupo de sombras desorganizadas se vieron bailar en la pared, hasta que se juntaron todas para convertirse en una sola mancha negra. La puerta del frente se abrió y un grupo de mujeres salieron en grupo. "Eyy...te estábamos esperando....¿tenías rato aquí? ¿Porqué no nos llamaste?"  Elsa tuvo el impulso de decirles "les estaba escribiendo por el BB, estúpidas", pero prefirió limitarse a sonreír y a desmontarse, abriendo la puerta trasera para que Fulano se cambiara de sitio hacia adelante. Jorge comenzó a avanzar por la calle una vez Elsa desapareciera tras el umbral de la casa. Fulano se reía, mientras atendía el desfile de fachadas similares e igualmente anónimas que pasaban con creciente rapidez por su ventanilla. "Está bien que es más barato, pero no necesariamente más rápido", dijo Jorge en tono de broma. Y Fulano sonreía más aún. A pesar de reconocer las innegables ventajas de los gadgets tecnológicos, seguía prefiriendo la comunicación en su crudo encanto primitivo, pero igual no supo qué más responder. "A cada cual lo suyo, ¿no?"

5 comentarios:

Anónimo dijo...

me encanto, el que mas me ha gustado por el suspenso y la narrativa... good karim ernesto!! :)

Anónimo dijo...

Si Roboter, pude imaginar cada accion y movimiento, me senti la 4ta pasajera al lado de Fulano.

Karim López dijo...

Gracias, mis amores!!!! :D
.-K

Sofi Zermoglio Ardoy dijo...

A veces quiero tirar mi teléfono a la basura y no prenderlo más!!!!!! y otras es increíblemente útil.
Me encantó tu historia!!!!!!!!!!!!! cómo siempre de hecho!!!!!! me tengo que poner al día con vos!! que te tengo abandonado!!!

Karim López dijo...

...Por favor....jejejje
.-K