martes, 31 de enero de 2012

Luces

Crédito de imagen: Fuente Externa.

El día que murió mi abuela, para cuando llegué corriendo a la clínica tras la noticia, la habitación en la que estaba, al fondo de un pasillo y a la izquierda, recibía condolencias por su fallecimiento; recién la habían sacado. En la habitación del frente, la puerta se llenaba de globos rosados y regalos de felicitaciones por el nacimiento de una niña; recién la traían para verla. Siempre quise saber quién era, sólo por curiosidad y siniestra coincidencia. Nunca tuve la oportunidad de hacerlo.

Dicen que la llama arde de forma más brillante conforme se acerca al final. Imagino que ahora mismo no sé si esa llama es la misma para todos o cada uno tiene la suya personal. En este día donde la luz de un ser especial brilla por su cumpleaños y por otra lucecita que lleva dentro, la de otro ser igualmente increíble parece dar sus últimos destellos. A fin de cuentas, quizás todo forme parte de una misma luz que permite irse a un fragmento de sí para poder seguir brillando por el resto. No se puede ser egoísta con eso. Sabemos lo mucho que se necesita.

Pero ya sean dos independientes o que provengan de la misma fuente, ambas luces cumplen su cometido y brillaron en momentos en que la oscuridad era demasiado tenebrosa incluso para describir. Una mantiene vital su calor, la otra se hace a cada minuto un poco más fría. A una, felicidades; a la otra, gracias. A ambas se les quiere. Y espero, si no ha sucedido ya, que lo sepan.

3 comentarios:

Sofi Zermoglio Ardoy dijo...

Yo siempre le digo gracias. Se puede mantener la vela encendida por otros??? mantendría la de mi abuela toda la vida. Muy lindo tu relato.

Karim López dijo...

Vive ella aún?
.-K

Natividad dijo...

No hay nada ni nadie que pueda llenar la falta de alguien querido, pero senti como si la vida tratara de llenar el vacio que dejaba tu abue... muy conmovedor este relato, me gusta mucho. -Naty