(19/31f). Cuatro de la mañana. El cuerpo siente despertarse pero partes del mismo no están dispuestas a seguirle el juego. Si no abre los ojos, tal vez puedan engañarlo. Seis. Es oscuro aún; la vista se resiste a reaccionar pero puede sentir las tinieblas justo afuera. Quedarse quieto es el secreto. Siete y treinta. Cuando los primeros rayos entran por la ventana y dan en la cara producen un efecto mental casi de caleidoscopio. En el momento que los ojos deciden dar los buenos días y estrenar la aurora , ya llevan cinco minutos imaginándose la luz como los reflectores de un espectáculo.
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