Crédito de imagen: Fuente Externa.
Si el dolor es resistible, en nuestra mente nos vemos pasándole por el lado y dejándole atrás, no sin un cierto dejo de esfuerzo. Hay incluso ocasiones en que la lucha es más reñida. Tratamos y corremos, aumentando la velocidad en nuestra carrera subconsciente, pero el dolor se revela igual buen corredor que nosotros. No podemos adelantarle, pero el mismo tampoco cede. Nos vemos sudando, casi chocando los hombros uno con otro, podemos oír su respiración entrecortada a centímetros de nosotros y si nos volvemos vemos en sus ojos rojos y marcados su ruda determinación de ganarnos. Hasta nos atemoriza.
Pero hay ocasiones en las que perdemos la carrera. Tratamos de sacar impulso de donde hace minutos ya no existe, inhalamos lo más profundo que podemos, levantamos nuestras miradas al cielo como buscando algún tipo de ungüento divino que baje de entre las nubes, y todo en vano. El dolor va varios metros delante nuestro, celebrando su victoria. Nos resbalamos y caemos. No podemos resistirlo. Sobreviene el pesar. Y con él, la desesperación.
2 comentarios:
La verdad que tiene mucha razón... Y sabe qué, no sé como llamarle al dolor que siento últimamente, el cual siento que me arropa, pero a veces pienso que todo tiene su significado y que sólo debo permancer despierta, para no permitir que él me gane la batalla...
Cada cosa pasa por una causalidad en la vida... Y creo que Dios lo ha permitido en mí, para moldear mi carácter de alguna manera.
Es un placer conocerlo y dejar mi primera huella en su espacio...
Un beso!
El placer es mio...Gracias!
.-K
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