miércoles, 27 de abril de 2011

Confusión

En una de esas en las que el trabajo se pone lento y los minutos se frizan, el largo cristal hacia la calle es un gran canalizador del aburrimiento que inevitablemente reina. El vidrio se convierte en una línea divisoria en la que parece como si ambos espacios corrieran a velocidades distintas: el interior congelado y pesado, y el exterior en un ritmo frenético, casi caricaturesco.

Es media mañana cuando me encuentro mirando hacia afuera. De este lado del vidrio la poca actividad hace que el aire acondicionado se sienta más de lo normal. Veo gente que camina y gesticula con la boca en señal de conversación, pero el ruido y el poco volumen al que hablan hacen que no pueda escuchar bien lo que dicen. En eso cruza una mujer, trigueña, de mediana estatura, seguro está en los finales de sus treinta. Atrás vas su hija, espigadita, no llega a los doce años, con dos bolsas amarillas en las manos y su largo pelo en sincronía con sus movimientos al caminar. No le presto mucha atención, pues me fijo en la madre. El hecho de que tenga una hija casi de su tamaño no le resta el más mínimo atractivo, al contrario. Su perfil es fino, su ropa ilegalmente apretada hace que su figura realce, y mi mirada obedece el ritmo que los tacones de sus pies apetezcan andar. Unos grandes lentes oscuros que le tapan los ojos la hacen parecer más distante. Pronto me da la espalda, nunca se dio cuenta que la vi, pero bien cerca detrás viene su hija, con las pupilas encendidas y una actitud coqueta, se le nota hasta en la forma diferente en que ahora se mueve, pues siete segundos atrás no iba así. Se cree que en este lapso de tiempo la he estado viendo a ella. Con una mano tira su cabello libre y sensualmente hacia atrás y sonríe mostrando los dientes, mientras también me da la espalda conforme camina, cual si la acera fuese la pasarela dorada de Miss Universo. Yo igual le sonrío, aunque no por las mismas razones que ella lo hace. Lo hago porque casi no puedo aguantarme la risa.

2 comentarios:

Meli Ros dijo...

Supongo que la confusión es de la niña, cierto? Ya eso es algo viejo mi querido Karim, el coqueteo está sin límites, sin importar la persona ni la circunstancia.

Un beso.

Karim López dijo...

Ella se confundió porque pensó que la estaba mirando a ella y no a la mamá jejej...
Que risa tenía.