viernes, 8 de abril de 2011

Sobre el futuro


Crédito de imagen: Fuente Externa.

¿Qué quieres en la vida?” le preguntó mi amiga al tipo con el que salía, hace ya un tiempo. “Quiero tener mi trabajo tranquilo y ver a mis hijos jugando cuando yo llegue a mi casa”. “¿Algún trabajo específico?” volvió a preguntar ella. “Mi trabajo. Lo que sea que esté haciendo”, respondió él. “Que lindo…” fue la conclusión de mi amiga al comentarme el hecho, ya algunas semanas después (favor de incluir sonidos de pajaritos usted que lee esto). En mis días oscuros no puedo evitar sentir un profundo dejo de aburrimiento ante esa visión de la vida, aunque satisfactoria y emotiva, también simplista. Lo primero que me viene a la mente es un gran “¿…y ya?” ¿Tiramos currículums al aire para irnos con el que nos llame y mejor propuesta nos haga? ¿Dónde está el deseo de una misión en la vida, de un legado que continúe aún nosotros nos hayamos ido? El gigantesco y elusivo “Eso” que dicen todos nosotros a nuestra manera estamos llamados a hacer. Y no precisamente el “camino de la vida” de tantos: terminar los estudios, casarse, tener hijos y sentarse después a esperar la muerte en la tranquilidad melosa de una mecedora hogareña, sino esa obra que le queda al mundo y hace que se nos recuerde, que nos motiva a levantarnos diario porque siempre está incompleta y cada día hay una página nueva con cosas emocionantes que escribirle. Que a 100 ó 200 años de ahora, si es que la humanidad todavía no ha terminado de matarse entera, un grupo de gente vea un producto (lo que sea, las posibilidades son inmensas) y con la boca abierta, ya sea de admiración o porque piensen que es una porquería, todos digan: “Eso lo hizo Fulano”. Eso sí sería querer algo en la vida. ¿O no?

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