365 días parecen una franja de tiempo demasiado extensa cuando se está parado en el umbral del día primero. Se le ve como una empinada cuesta, demasiado el esfuerzo y entre todos los sentimientos que en ese momento luchan por desbordarse, el que más fuerte deja sentir su presencia es el de la impaciencia. Sobretodo. Es porque eso que nunca deja de sorprender cuando llega el momento de la realización de que, en apenas la mitad de un parpadeo, un año ha pasado ya. Fascinante, si apenas tres días atrás dimos la vuelta y vimos que la cuenta iba por noventa y ocho. Hoy se cumplen 12 del inicio de Pop 365, y por consiguiente, hemos dado la vuelta a la rueda y llegado hasta el final. El 15 de octubre del pasado año me sentaba a la misma mesa en la que me siento ahora, para trazar el primer dibujo de una serie que yo mismo dudaba sobremanera vería el final. Para mi desgraciada buenaventura, qué equivocado estaba (¡cachetada!) Aquí, en el “fin de todas las cosas” –épica frase literaria que tampoco hay que tomar tan a pecho -, con atrasos y carreras, cambio de motores, ratos de desánimo mezclado con horas de impulso, y más importante aún, con la mano en una sola pieza, declaro terminado y completo este reto de dibujos con escritos. En vez de 365, la cuenta resultó con un día más de regalo, y en este regalo puedo expresar que ha sido, en el mejor estilo películero, “one hell of a ride”. Libré la batalla, nos rompimos los dientes a trompadas para luego montármelos de nuevo, y terminé para contarla. Podré hacer historias sobre ella los 365 días subsiguientes, y me divertiré bastante con ello. Terminamos pues donde mismo comenzamos. Adiós, mis amigos – yo incluido - , y gracias por caminar conmigo – yo incluido también -. Ya nos seguiremos viendo en el manicomio, las redes sociales, los conciertos o en el cálido encuentro del cara a cara, si somos lo suficientemente dichosos. Nadie se muere aún…o eso espero.
Sexo,
lápices y rock’n’roll.
Revoir.