(21/30e). En dos ocasiones aisladas en mi vida, y con muchos años de diferencia entre ambas, por breve tiempo tomé clases de dibujo. Eran escuelas pequeñas, de marcado carácter familiar en su gestación y que tristemente fueron cerradas a los pocos años de funcionamiento. Las dos veces, en unas de esas agradables casualidades que da la providencia, me tocó el mismo maestro. De familia de artistas plásticos de renombre, el maestro Radhamés Minier es de esos raros tipos que uno se topa en el medio y se da cuenta de que su calidad profesional es proporcional a su calidad humana, por muy estrecho margen. Aunque las crónicas culturosas de la época le dediquen más páginas a su hermano Persio, en mi humilde opinión, y sin menospreciar al primero, que merecidas se tiene sus líneas, Radhamés sigue siendo superior. Inventivo, y con sus trazos que reflejan un sentido del humor muy de salón. Respeto a quien respeto se merece. La Fuerza está desbordada en éste.
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